El río de nuestros pensamientos
Me toca el editorial de este mes y como no puedo competir con el resto de mis compañeros en el desarrollo de unos magníficos artículos con profusión de información técnica, comercial, etc., se me presenta la ocasión de dirigir mis palabras a otros ámbitos generales, si me permitís la expresión, más personales, y añado una nota de humor: intentaré escribir el editorial sin citas (ajenas) y sin anglicismos. Aunque lo consiga, seguro que recaeré.
Hace unos días, durante el periodo de descanso en fin de semana, andaba yo intentando poner en orden mis pensamientos en relación con algunos temas profesionales y asuntos pendientes a los que tenía que dar enfoque y solución en breves días.
El contraste de mi estado aparente de “abandono” en ese momento, y el bullir de las ideas, hizo cuestionarme si lo estaba haciendo bien, si debía ponerme más “en situación” en cuanto a mi estado de alerta física y mental, o por el contrario lo lógico era aparcar mis pensamientos y dejarlos para mejor y concentrada ocasión.
La verdad es que notaba que pensaba en orden, que orientaba bien mi criterio, pero no sentía la intensidad que en circunstancias similares suelo sentir. Enfoco un tema importante, ergo tengo que estar en modo alerta intensa. No me cuadraba esa distorsión que percibía.
En un momento sentí que un ejemplo, realmente metafórico, me resolvía el conflicto. Mis pensamientos “nadaban” en un río embravecido sorteando rocas sumergidas que no se veían, pero que me golpeaban por todo el cuerpo. Los rápidos y remolinos me obligaban al esfuerzo supremo de mantenerme a flote. En ese momento de agotamiento encontré la solución al conflicto: el cerebro extendió sobre el peligroso cauce, una espesa capa de una materia que me arrastraba por una especie de suave tobogán, me protegía del riesgo y me hacía sentir que llegaría al remanso o solución del problema sin más complicación. Los pensamientos en ese estado fluían sin impedimentos, limpios y claros, directos hacia la solución buscada. Estaba en perfecto estado de fluidez. Para los mal pensados, añadiré que me encontraba en total estado de sobriedad, es decir, que hubiera dado negativo absoluto en cualquier control efectuado.
Quiero trasladar con este ejemplo, que estamos rodeados habitualmente de conflictos, problemas, situaciones que requieren de soluciones rápidas y complejas, que no se pueden resolver de forma aislada, sino dentro de un contexto en el hay que considerar más parámetros que los aparentes propios o directos del problema que nos ocupe.
[tweetable]"El río de nuestros pensamientos", fluir como personas para que la empresa fluya #MassNews vía @masscommInnova [/tweetable]
Si somos capaces de sobreponernos, de tomar determinada distancia, de permitir que entre nosotros y las dificultades pongamos esa capa de “fluido aislante” que nos permita deslizarnos por nuestros pensamientos, es seguro que encontraremos formas y maneras de orientar nuestras decisiones con mucho menos desgarro, o por lo menos desgaste, de que lo habitualmente nos ocurre. El esfuerzo en estos casos no es proporcionalmente directo al buen resultado de nuestras decisiones.
Ese fluido debe ser algo parecido al líquido amniótico (ya no recuerdo la experiencia), que nos hace flotar en el vientre materno, que protege y ayuda al desarrollo de las principales características que nos acompañaran durante toda la vida.
Hace poco oí hablar sobre el hedonismo, esa forma de ver la vida, basada en la búsqueda constante del placer. Se destacaba que los niños vienen al mundo en sus primeros años de su vida, para ser felices, para que procuremos que su estado permanente sea ese, LA FELICIDAD, pero evidentemente, ese periodo a lo largo de una vida duradera, es corto, muy corto. Pronto comenzamos a tener conciencia del entorno y sus peligros, de las responsabilidades, de las dificultades para conseguir nuestros propósitos, y esa situación ya es para siempre. ¿Estamos seguros de que deba ser así? ¿No nos gustará complicar todo demasiado? ¿Nos educan en un sentido equivocado y ponemos nosotros mismos rumbo a esas aguas procelosas?
En los negocios, es evidente que trasladamos lo mejor y lo peor que somos como personas. Somos la misma esencia pero en modo profesional. ¿Por qué nos cuesta tanto tomar distancia y no nos dejarnos fluir? Creo sinceramente que nos da miedo pensar que podemos perder el control de nuestra voluntad, que la alerta debe ser máxima permanentemente. Sin embargo lejos de tener el control, en el fondo lo perdemos y lo que tenemos es temor a enfrentarnos a nosotros mismos, a romper determinados esquemas asumidos por sistema y paralelamente salir de la zona de confort, un confort mal entendido, porque quizá solo esconda miedo al cambio, a afrontar nuevas realidades.
“Si fluimos como personas,lo hacemos como profesionales y nosotros en ese ámbito hacemos fluir a las empresas ”
Si fluimos como personas, lo hacemos como profesionales y nosotros en este ámbito hacemos fluir a las empresas. Evidentemente no es tarea fácil, pero si no comenzamos el camino, no avanzamos nada. Animo a todos a cuestionarnos un poco cada día, siempre en modo positivo, de mejora. Cada paso adelante, es un gran paso. EMPECEMOS.
Para finalizar, solo recomendaré y haré valer esto que digo en dos ocasiones: AHORA Y PARA SIEMPRE.
Jesús Ángel Munilla,
Director General Adjunto y Dirección Financiera
<p>Este mes tenemos la oportunidad de llevar a vuestras manos un ejemplar de nuestra revista mensual con un formato distinto.